Firmas

 


La "educación sexual" y el aborto

Adolfo J. Castañeda

28-04-2008

Introducción

Muchas veces, se le llama "educación sexual" a la información que se imparte sobre los anticonceptivos, especialmente a la juventud. La "educación sexual" debe distinguirse de la educación sobre el amor, la castidad y la sexualidad que los padres de familia, como los primeros y principales educadores de sus hijos, les dan a éstos de forma respetuosa y promoviendo los valores morales. Pero los que promueven la "educación sexual" no buscan fomentar la castidad, sino que pretenden (falsamente) impedir el aumento del aborto, de los embarazos fuera del matrimonio y de las enfermedades de transmisión sexual. En este capítulo mostraremos la falsedad de este razonamiento, utilizando los datos de países con una larga experiencia en la implementación de la "educación sexual", sobre todo los Estados Unidos.

La "educación sexual" y el aumento de la promiscuidad

Desde 1970, se han implementado programas de "educación sexual" en las escuelas públicas de los Estados Unidos que proporcionan información sobre los métodos de "planificación familiar" (anticonceptivos). Estos programas tienen el objetivo de impedir los embarazos fuera del matrimonio, los abortos y las enfermedades de transmisión sexual. Sin embargo, como se verá más adelante, todos estos problemas han aumentado precisamente desde que comenzaron estos programas(1).

El aumento de todos estos problemas se debe a un aumento de la promiscuidad debido a estos programas de "educación sexual":

La Federación de Planificación de la Familia de los Estados Unidos o PPFA (Planned Parenthood Federation of America), la agencia privada que más promueve la "educación sexual" en ese país(2), admitió en 1986 que la tasa de promiscuidad entre los adolescentes que reciben dicha educación sexual es 50% más alta que la de los que no la reciben(3).

Otros estudios arrojan la siguiente tabla que muestra el drástico aumento de la promiscuidad entre las adolescentes estadounidenses desde 1970(4): (de la segunda columna en adelante se indica la edad de las adolescentes)

Año 15 años 16 años 17 años 18 años
1955 - 2,5% 7,5% 14,0% 23,0%
1959 - 2,0% 7,5% 14,0% 23,0%
1963 - 4,0% 9,0% 13,5% 23,0%
1967 - 4,0% 6,0% 18,0% 29,0%
1971 - 7,5% 5,5% 26,0% 37,5%
1975 - 9,5% 9,5% 30,0% 45,0%
1979 - 11,0% 24,0% 34,0% 49,0%
1983 - 18,0% 28,0% 41,0% 54,0%
1987 - 27,0% 33,0% 50,0% 69,0%

La "educación sexual" y el aumento de los embarazos

Dado el drástico aumento de la promiscuidad juvenil, no debe sorprendernos, como ya vimos en el capítulo sobre la anticoncepción y el aborto, que también los embarazos no deseados hayan aumentado. En el caso de las adolescentes en los Estados Unidos, los embarazos han aumentado más precisamente en los estados que han implementado la "educación sexual"(5). Sólo damos dos ejemplos:

Según los Centros para el Control de las Enfermedades (CDC), el Estado de Kansas, cuyas escuelas públicas tienen programas de "educación sexual", tuvo la tasa más alta de embarazos de adolescentes de toda la nación en 1992: el 8,7%, con 87 embarazos por cada 1.000(6).

Sin embargo, según también los CDC, el Estado de Wyoming, que no exige la "educación sexual", tuvo la tasa más baja de embarazos entre las adolescentes en 1992: 53,7 por cada 1,000, un descenso del 9,5% con respecto al año anterior(7).

A nivel nacional, los embarazos fuera del matrimonio en los Estados Unidos han aumentado en un 103% entre 1970 y 1985(8).

La "educación sexual" y el aumento de los abortos y de las enfermedades de transmisión sexual

Una vez que la promiscuidad y los embarazos aumentan no es raro que los abortos y los casos de enfermedades de transmisión sexual aumenten también. De hecho, entre 1970 y 1985 en los Estados Unidos, los abortos entre las adolescentes aumentaron en un 333% y las enfermedades sexualmente transmitidas en un 245%(9). Hoy en día hay más de 20 enfermedades venéreas haciendo estragos entre la juventud, incluyendo el SIDA(10).

En el capítulo sobre la anticoncepción y el aborto, mencionamos que el preservativo puede fallar en prevenir un embarazo hasta más del 15% de las veces en general, y hasta más del 30% de las veces en el caso de las adolescentes de grupos minoritarios. Mucho más tiene que fallar entonces el preservativo cuando se trata de impedir el SIDA, cuyo virus es 450 veces más pequeño que el espermatozoide, y de 50 a 500 veces más pequeño que los poros que pueden encontrarse en el material látex, del cual están hechos los "mejores" preservativos(11).

Los Estados Unidos no es el único país donde la "educación sexual" ha experimentado este monumental fracaso. Los países europeos también han sufrido el mismo revés. Por ejemplo, en Dinamarca se instituyó la "educación sexual" en 1970. Sin embargo, para 1985 los embarazos fuera del matrimonio, las enfermedades venéreas y los abortos se duplicaron, a pesar de la amplia disponibilidad de los preservativos y otros anticonceptivos, los cuales se vendían en las tiendas de alimentos(12).

¿Por qué ha fracasado la "educación sexual"?

Una de las razones por las cuales la "educación sexual" ha fracasado, sobre todo en la juventud, se debe al fallo de los anticonceptivos y al aumento de dicho fracaso con el correr del tiempo. La tasa de fallo es más elevada aún entre los jóvenes, debido a su impulsividad, a su falta de experiencia y a lo casual de sus encuentros sexuales. La siguiente tabla muestra las tasas de fracaso de los anticonceptivos más usados entre la población joven sexualmente activa de los Estados Unidos(13)

Anticonceptivo Un año de uso Cinco años de uso
Píldora 11% 44%
DIU 10,5% 42%
Preservativo 14% 53%
Diafragma 16% 58%
Espermicida 34% 87%

La otra razón por la cual la "educación sexual" ha fracasado es porque la información y la disponibilidad de los anticonceptivos crea un ambiente de permisividad sexual, sobre todo entre los jóvenes:

Así lo confiesa el Dr. Kirstner de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard y pionero en el desarrollo de la píldora anticonceptiva: "Durante años pensé que la píldora no fomentaría la promiscuidad, pero he cambiado de opinión. Ahora pienso que probablemente sí la ha fomentado"(14).

El Instituto Alan Guttmacher, que está relacionado con la PPFA, la misma organización que promueve programas de "educación sexual", ha admitido lo siguiente: "En 1982, se llevó a cabo una encuesta entre 1.888 mujeres (de 15 a 19 años de edad). Los investigadores descubrieron que la educación sexual tiene una relación muy significativa con la iniciación de la actividad sexual entre las edades de 15 y 16 años"(15).

En 1986, el Instituto Alan Guttmacher volvió a admitir el fracaso de la "educación sexual" por parte de la mayoría de sus promotores: "Es importante señalar desde el comienzo que la mayoría de los investigadores están de acuerdo con que la educación sexual no disminuye la tasa de embarazos entre las adolescentes, ni tampoco la de la actividad sexual"(16).

¿Por qué la ppfa, la ippf y otras instituciones siguen promoviendo la "educación sexual"?

Si la "educación sexual", promovida por la Federación Internacional de Planificación de la Familia (IPPF), sus aliados y su filial en los Estados Unidos, la PPFA, ha fracaso tanto, ¿por qué la siguen promoviendo? Quizás los siguientes datos nos den la respuesta:

"De 1971 a 1981 hubo un aumento del 306% en los gastos federales [del gobierno de los Estados Unidos] en la planificación familiar...Sin embargo, los estados que gastaron más en anticonceptivos...mostraron el mayor aumento en los abortos...entre 1970 y 1979"(17).

La PPFA recibe del gobierno de los Estados Unidos más de 100 millones de dólares al año, además de los que gana vendiendo anticonceptivos y practicando abortos. En otros países, incluyendo los que están en vías de desarrollo, las asociaciones miembros de la IPPF también ganan mucho dinero promoviendo la "planificación familiar" a través de la "educación sexual".

En 1973, el Dr. Alan Guttmacher, dirigente de la PPFA, predijo lo siguiente: "El único camino que tienen la Federación Internacional de Planificación de la Familia y sus aliados, para ganar la batalla del aborto a petición es la educación sexual"(18).

Las organizaciones que promueven la "educación sexual" en la América Latina, además de las filiales de la IPPF, son el Fondo de Población de las Naciones Unidas (FNUAP) y el Comité Regional de Educación Sexual en América Latina y el Caribe (CRESALC), que es la rama latinoamericana de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).

La conclusión lógica de todos estos datos es que la razón por la cual estas organizaciones promueven la "educación sexual" es porque saben que dicha "educación" traerá un aumento en la promiscuidad y consiguentemente del uso de los anticonceptivos y de los abortos, con la venta de los cuales ganan mucho dinero.

Citas:

1. "In Defense of a Little Virginity. A Message from Focus in the Family," USA Today, 14 de abril de 1992. 2. "Celebrating Seventy Years of Service," 1986 Annual Report, Planned Parenthood Federation of America, 23 y 32. 3. American Teens Speak: Sex, Myths, TV and Birth Control. The Planned Parenthood Poll (Nueva York: Louis Harris and Associates, 1986). 4. Family Planning Perspectives (marzo-abril de 1987) y Sexual and Reproductive Behavior of American Women, 1982-1988, Alan Guttmacher Institute. 5. "Teen Pregnancies Higher in States That Teach Condom Use," Washington Times, 9 de octubre de 1995, 4A. 6. Ibíd. 7. Ibíd. 8. United States Department of Commerce, Bureau of the Census. Reference Data Book and Guide to Sources, Statistical Abstract of the United States, 1990 (110va ed.). 9. Ibíd. 10. "In Defense of a Little Virginity." 11. C.M. Roland, "The Barrier Performance of Latex Rubber," Rubber World 208 (junio de 1993); Rubber Chemestry & Technology, Washington, D.C., junio de 1992. 12. Human Events, 30 de marzo de 1985. 13. Robert A. Hatcher. Contraceptive Technology, 1986-1987, 13ra ed. revisada (Nueva York: Irvington Publishers, 1986), 139; Kim Painter, "'Disturbing' Data on Birth Control," USA Today, 13 de julio de 1989, 1D; William R. Grady, Mark D. Hayward, y Junichi Yagi, "Contraceptive Failure in the United States: Estimates for the 1982 National Survey of Family Growth," Family Planning Perspectives (septiembre-octubre de 1986): 204. 14. Citado en All About Issues (junio de 1981): 5. 15. William Marsiglio y Frank Mott, "The Impact of Sex Education on Sexual Activity, Contraceptive Use and Premarital Pregnancy Among American Teenagers," Family Planning Perspectives (julio/agosto de 1986): 151 y 158. 16. D.A. Dawson, "The Effects of Sex Education on Adolescent Behavior," Family Planning Perspectives 18 (1986): 162. 17. George Mosbacker, "The Final Step: Clinics, Children, and Contraceptives," School-Based Clinics, 64. 18. Citado en Humanity Magazine (agosto-septiembre de 1979): 11.

Nota: Este artículo es el capítulo VI del libro del mismo autor que se titula ¡Vale la pena vivir!, publicado por Vida Humana Internacional y el Florida Center for Peace. Este libro trata varios temas en relación con el aborto, tales como el comienzo de la vida humana, el síndrome postaborto, el control demográfico, la anticoncepción, las alternativas al aborto y otros más. El costo del mismo es de sólo $3.00 (EE.UU.). Consulte su Catálogo.

 

El bien de la vida

Mons. Braulio Rodríguez Plaza,
Arzobispo de Valladolid

Camineo.info. 19-04-2008

La fiesta de la Encarnación del Señor, que celebramos el 25 de marzo, cuando es posible litúrgicamente, es muy querida por los cristianos, pues, entre otros aspectos del misterio inefable del Hijo de Dios hecho hombre, nos recuerda que, como nosotros, Jesús comenzó su vida humana en el seno de su Madre. Por esta razón, si ya la vida humana merece y debe ser respetada desde el momento de su concepción, desde que el Hijo de Dios se hizo carne, toda vida humana, todo hombre o mujer, tiene para nosotros los cristianos un valor añadido: «La vida del hombre es don de Dios, que todos están llamados a custodiar siempre», decía Benedicto XVI en un discurso a los que participaron en la Conferencia Internacional del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud en noviembre de 2007.

Pero el aprecio por la vida, por toda vida, se deprecia cada día en nuestro Occidente. Aparte del desprecio de la dignidad humana de los más débiles (enfermos, inmigrantes, niños sin educar, personas que pasan verdaderas dificultades económicas cada mes, embrutecimiento de un vida sexual disparatada en adolescentes y jóvenes, condiciones humanas degradantes, etc.), en España son significativas las cifras del aborto de 2007, de modo que se ha llegado incluso a un cierto desprecio de la Ley que despenaliza los tres supuestos para hacerlo “lícito”, que no ético. Y de paso recuerdo que en realidad en España no hay Ley del aborto, sino unos supuestos que se despenalizan. De ahí el escándalo de las clínicas donde se practican abortos ilegales.

¿No será mejor el aborto libre? Sería un disparate en una sociedad en la que miles de esposos tienen que acudir a largos y gravosos procesos de adopción. Un signo claro de una sociedad que en ocasiones muestra una cara ciertamente hipócrita. El aborto, pues, no es un problema que afecte sólo a los católicos. Muchos que no comparten nuestra fe lo rechazan como “solución” a un embarazo. Ciertamente ningún católico, ni en el ámbito privado ni público, puede admitir la práctica del aborto, la eutanasia o la producción, congelación y manipulación de embriones humanos.

Por ello, «no puede sostenerse que el aborto es inadmisible para un católico pero que esto no obliga al que no lo es» (Nota de los Obispos de la Subcomisión de Familia y Vida del 25-3-08). Sin embargo, lo que está sucediendo entre nosotros es que, como el frío del invierno, parece que el problema del aborto se nos ha ido metiendo hasta los huesos. En opinión de expertos en el tema de la vida, lo más grave no es sólo que existan en España esos supuestos de los que habla la Ley de 1985, sino que se den en distintas opciones políticas una misma o parecida actitud ante la realidad del aborto. Nos hemos acostumbrado al aborto; ya no causa extrañeza y no escandaliza más que a unos pocos.

Vamos hacia una sociedad con pocos hijos; una sociedad eugenésica en la que no se permiten, por ejemplo, niños con síndrome de Down, no porque se hayan curado, sino porque no se les ha dejado nacer; bastante contraria a concebir una familia numerosa, porque ésta es entendida como obsoleta, decimonónica y que vive en una imposición religiosa que no se puede tolerar. ¡Un disparate un tanto liberticida contra los padres que libremente deciden tener tres, cuatro o más hijos!

¿Cómo no recordar lo que dijo hace ya muchos años Juan Pablo II en Madrid?: «Quien negara la defensa a la persona humana más inocente y débil, a la persona humana ya concebida, aunque todavía no nacida, cometería una gravísima violación del orden moral. Nunca se puede legitimar la muerte de un inocente. Se minaría el mismo fundamento de la sociedad» (Juan Pablo II, Homilía en la misa de las Familias, Madrid, 2-9-1982).

 


Las sinrazones del aborto

ALFONSO LÓPEZ-QUINTÁS
Miembro de la Real Academia de las Ciencias Morales y Políticas

“Desde hace años, todos los días vivo angustiado pensando que, de forma fría y sistemática, en mi país miles de niños mueren abortados”.
Julián Marías

Los partidarios del aborto no quieren ser tachados de arbitrarios y se esfuerzan por mostrar que la despenalización de las prácticas abortivas está basada en diversas razones. Un análisis mínimamente riguroso de las mismas advierte que no están a la altura de la gravedad del tema tratado. No responden a un estudio serio de la realidad, sino a un afán estratégico de presentar como “razonable” un procedimiento violento que suprime de raíz una vida humana en desarrollo.

Los seres humanos solemos buscar con afán una justificación racional a todo cuanto hacemos, por injustificable que parezca en principio, a fin de no sentirnos demasiado envilecidos a nuestros propios ojos. Es comprensible esta tendencia, pero, cuando se trata de cuestiones muy graves, no tenemos derecho a permitirnos forma alguna de consuelo que no vaya avalado por un criterio realista. Es la realidad, en definitiva, quien nos da o nos quita la razón.

Actualmente disponemos de medios suficientes para llevar a cabo un estudio realista de lo que significa el aborto, con independencia de toda ideología partidista.

- La Biología determina con precisión cuándo empieza el proceso de la vida humana, proceso que sin ruptura cualitativa lleva a la plenitud de la vida personal.

- La Metodología Filosófica nos enseña a descubrir los recursos que suelen movilizarse para manipular la opinión pública. Entre tales recursos estratégicos figura actualmente el “planteamiento sentimental”. No se plantea el tema del aborto en toda su envergadura y de modo radical. Se intenta conmover la fibra sentimental de las gentes, subrayando el carácter penoso que reviste el embarazo en ciertas condiciones. Se ocultan cuidadosamente los diversos modos posibles de resolver estas situaciones conflictivas, y se sugiere la conveniencia de recurrir a la salida más drástica y contundente –el aborto-, sin prestar atención a las secuelas de diverso orden que puede sufrir la persona a quien presuntamente se quiere ayudar.

- La Antropología Filosófica descalifica ciertas afirmaciones que están en la base de las “argumentaciones” proabortistas. Afirmar, por ejemplo, que “la mujer tiene un cuerpo y puede decidir arbitrariamente los procesos que en el mismo tienen lugar” es situarse fuera de la realidad, porque el ser humano no tiene cuerpo; es corpóreo . Por fortuna, nuestro cuerpo no es un objeto que pueda ser poseído. Ya el famoso caballo de la Historia de un caballo -de León Tolstoi- subrayaba con razón que los hombres se dejan llevar de su tendencia posesiva y reducen a meros objetos realidades que están muy por encima del nivel objetivista. Al decir “tengo mujer, tengo hijos, tengo cuerpo”, en el mismo plano en que se afirma “tengo dinero, tengo casa, tengo coche...”, el lenguaje nos traiciona y nos delata.

A la luz de la Antropología, la Metodología y la Biología, las razones que se están haciendo valer a favor del aborto a través de los sutiles medios de que dispone la propaganda son del todo insuficientes. Podría mostrarse fácilmente en pormenor. Pero lo verdaderamente grave es el hecho de que se busquen razones para justificar la anulación de vidas humanas . Tras cometer mil errores y atropellos, la humanidad había llegado en nuestra época a una situación de cierta madurez, en la cual se optaba por la vida aunque parecieran existir razones en contra de la misma. Así, en la mayoría de los países se ha abolido la pena de muerte y se intenta recuperar a los asesinos para la vida de sociedad. Ahora, en cambio, ciertos grupos se enfrentan a esta línea de progreso humanístico y se lanzan a una búsqueda frenética de razones en contra de la vida naciente.

Un somero examen de este fenómeno descubre en él una extrema peligrosidad, pues todos los genocidios se han realizado siempre en virtud de ciertas razones que se suponía poderosas. Recuérdese cómo, en la película Holocausto , uno de los responsables directos del sacrificio masivo de millones de personas confesaba haber actuado con el convencimiento de hacer un bien a la Humanidad. De hecho, tras las actitudes y actuaciones del nacionalsocialismo se hallaba latente y operante cierta corriente filosófica, suministradora sin duda de toda clase de “razones”. La historia alberga un catálogo tan amplio como siniestro de razones para matar. A la altura histórica en que nos hallamos hoy, debiera ser impensable que alguien siguiera haciendo depender la vida humana de determinadas razones, pues ello constituye un regreso a estadios primitivos.

Para ponerse a salvo, algunos promotores del movimiento abortista se están apresurando a declarar que no son partidarios de este tipo de remedios drásticos, pero se ven obligados por ciertas razones poderosas. Frente a esta astucia, debe subrayarse con toda energía que el mero buscar o aceptar razones es ya una renuncia injustificable a un logro de la humanidad que debiera ser definitivo y, por tanto, intocable: el respeto incondicional a la vida humana . Es demasiado peligroso este camino de la autojustificación para iniciarlo precisamente “por razones humanitarias”, como a veces se dice sarcásticamente.

Antes del recurso al aborto, existen muchas formas de resolver los problemas que pueda suscitar el advenimiento de una nueva vida. No aludir a ellas sólo puede responder a una falta total de imaginación creativa o al afán autoritario de imponer las medidas abortistas como única salida. Pero querer resolver tales problemas mediante el sacrificio de un inocente es un procedimiento primitivo, falto de calidad humana.

Primer artículo de la serie El sinsentido del aborto:

1. El aborto y el regreso cultural

 

El genocidio censurado
JUAN MANUEL DE PRADA
28-01-2003. ABC

El genocidio censurado CITÁBAMOS el otro día de pasada un libro que nos gustaría recomendar encarecidamente.

Se titula “ El genocidio censurado”, y lo acaba de publicar Ediciones Cristiandad; su autor, Antonio Socci, es un polemista brioso, capaz de resucitar en el lector ese fondo de humanidad sepultada sobre el que se ha erigido el crimen más multitudinario y silenciado de nuestro tiempo. Nos estamos refiriendo, claro está, al aborto, de tan triste actualidad en nuestro país, convertido -como escribió en alguna ocasión Ruiz Quintano con su característico sarcasmo- en «reserva abortista de Occidente». El mayor genocidio del siglo XX -nos recuerda Socci- no ha sido perpetrado en ninguna guerra, tampoco en los gulags ni en los campos de exterminio que florecieron al socaire de los regímenes totalitarios; el mayor genocidio del siglo XX -y de los que llevamos de siglo XXI- se ha perpetrado en las aseadas democracias occidentales, ante la mirada impávida o indiferente de sociedades que presumen de compasivas y defensoras a ultranza de los derechos humanos. Mil millones de víctimas inocentes es la cifra que propone Socci como saldo de ese genocidio; y probablemente se haya quedado corto. Pero lo más escalofriante de este crimen innumerable no es la cantidad, sino el silencio aquiescente o cómplice con que las sociedades denominadas democráticas lo aceptan. Porque el aborto, esa barbarie industrial por la que algún día seremos juzgados, es también el último tabú del que nadie se atreve a hablar. Resulta inquietante y perturbador que una época como la nuestra, que se jacta de exponerlo todo a la luz, que no tiene empacho en penetrar en las más recónditas intimidades, que no hace ascos a la exhibición gratuita de violencias, que con obscenidad casi pornográfica nos bombardea visualmente con los más variopintos horrores, sin embargo haya decidido encubrir este genocidio, prohibiéndonos mirar a los ojos a esos pequeños que son expeditivamente tachados del libro de la vida.

En algún pasaje de su ensayo, Socci recoge las palabras de Norberto Bobbio, el gran jurista y filósofo turinés, a quien nadie podrá acusar de complacencia con las tesis católicas, sobre el aborto: «Hay tres derechos. El primero, el del concebido, es fundamental. Los demás, el de la mujer y el de la sociedad, son derivados. Además, y para mí esto es el punto central, el derecho de la mujer y el de la sociedad, que son de ordinario adoptados para justificar el aborto, pueden ser satisfechos sin recurrir al aborto, es decir, evitando la concepción. Una vez ocurrida la concepción, el derecho del concebido solamente puede ser satisfecho dejándolo nacer. (...) Me sorprende que los laicos dejen a los creyentes el privilegio y el honor de afirmar que no se debe matar». Y Pier Paolo Pasolini escribió: «Soy contrario a la legalización del aborto porque la considero una legalización del homicidio. Que la vida humana sea sagrada es obvio: es un principio más fuerte que cualquier principio de la democracia». Glosando a Pasolini, podríamos preguntarnos si una sociedad que no considera sagrada la vida humana puede calificarse de democrática.

¿Se puede seguir esgrimiendo seriamente que una vida gestante es un «amasijo de células», como le dijeron en el abortorio a la joven María de la Cuesta, cuyo testimonio recogía ayer ABC en un hermosísimo reportaje de Domingo Pérez? ¿Se puede decir sin rebozo que esa vida gestante vale lo mismo que un pelo o un diente o una uña? ¿Es una mera cosa de la que podemos disponer a nuestro antojo o es uno de nosotros? Esta es la pregunta que nuestra época no se atreve a responder, porque ha dejado de ser humana. Hubo un tiempo, allá en el corazón de las tinieblas, en que los niños eran entregados a Moloch en sacrificio; pero, de repente, ocurrió algo, un cambio absolutamente revolucionario que Socci resume así: «Por primera vez en la historia se difundió el sentimiento y la certeza de que todo ser humano es sagrado e intocable, que ningún poder puede disponer de su vida o de su dignidad. Este es el fundamento ético de la libertad y de la democracia tal como la conocemos». Y el aborto es una vuelta al corazón de las tinieblas, es una negación de la conquista humana más esencial e irrenunciable. No dejen de leer este vibrante ensayo de Antonio Socci.

www.juanmanueldeprada.com

El negocio de la vida
JUAN MANUEL DE PRADA

ABC.
LAS informaciones que diariamente nos suministra ABC nos permiten hacernos una idea del negocio cochambroso que se esconde detrás del aborto. Tras el escándalo de los mataderos barceloneses, ahora le toca el turno a Madrid. Fetos descuartizados y arrojados al contenedor de la basura, informes en blanco con la firma de psiquiatras inescrupulosos, historias clínicas de abortos clandestinos destinadas a la trituradora de papel... Puro estajanovismo al servicio del crimen industrial. Y, detrás de tanta ignominia, una procesión incesante de mujeres demolidas saliendo de los mataderos, expoliadas de la vida a la que prestaban su sustento, huérfanas del hijo que habían concebido, marcadas para siempre por una decisión que no habrían tomado si no las hubiese atosigado la necesidad o el miedo insuperable, perseguidas para siempre por la sombra de un crimen que no habrían cometido si alguien les hubiese hecho saber que no estaban solas, que el hijo que crecía en sus entrañas era valioso y único, que en la supervivencia de ese hijo se cifraba nuestra supervivencia social.

La inspección de sanidad de la Comunidad de Madrid ha cerrado algunos de estos mataderos «por considerar la existencia de un riesgo grave para la salud de las personas». Es una medida administrativa loable, pero insuficiente. Pues de lo que se trata no es de cerrar tal o cual matadero porque incumpla tal o cual normativa sanitaria, porque arroje a la basura los cadáveres de esos niños nonatos en lugar de arrojarlos a la incineradora. De lo que se trata es de que ninguna mujer sea empujada a abortar. Y para ello hace falta algo más que un riguroso cumplimiento de la normativa sanitaria. Hace falta que esas mujeres que abortan se tropiecen con el abrazo de una sociedad que las acompaña samaritanamente en su difícil trance, que se compromete en su desdicha, que se compadece de su sufrimiento porque esa vida de la que son portadoras es dueña de un destino inalienable. Hace falta que la tragedia de esas mujeres sea la tragedia de la sociedad entera: hace falta que ellas lo sepan y que cada uno de nosotros lo sepamos.

La herida que el relativismo moral nos ha infligido, bien lo sé, es profunda y no cesa de sangrar. El egoísmo y la cobardía se han aliado con la basura cósmica del feminismo progre para justificar o condescender con tanta bestialidad. Pero quiero pensar que aún hay personas que se rebelan contra lo que consideran un crimen de lesa humanidad. Y quiero pensar que esas personas buenas también se cuentan entre quienes nos representan; quiero pensar que aún existen al frente de nuestras instituciones personas que sienten cómo su conciencia se revuelve ante el espectáculo de tanta vida arrojada al vertedero, que se sienten un poco más muertos cada vez que una de estas vidas nos es arrebatada, cada vez que una de estas vidas no alcanza a cumplirse. Quiero pensar que esas personas existen; sé que existen, porque a veces he hablado con ellas, he compartido con ellas mi inquietud y mi rabia, que son las suyas.

Por un momento, mientras me desayunaba las informaciones de ABC sobre el turbio negocio del aborto en los mataderos de Madrid, he pensado que Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón podrían ser dos de esas personas. Y he pensado que quizás ellos también se hayan desayunado esa cochambre; he pensado que tal vez algo se haya revuelto dentro de ellos mientras lo hacían, algo que incumbía al fondo de su humanidad. Y he pensado que acaso, después de sentir cómo el frío helador de la muerte se inmiscuía en su aliento, se han telefoneado y se han dicho: por fin hay una causa en la que podemos emplear nuestros esfuerzos de consuno, por fin hay una causa que nos interpela a ambos y en la que ambos podemos actuar como vanguardia de humanidad. Y he pensado que ambos podrían salir a la palestra para garantizar a cualquier mujer residente en sus respectivas demarcaciones que se haya quedado embarazada un compromiso firme de la sociedad que representan: el compromiso de que esa vida de la que son depositarias alcance su destino, el compromiso de que no habrá necesidad ni miedo que puedan cercenar ese destino. Si se decidieran a asumir ese compromiso, habrían hecho el negocio de su vida.

 

Aborto y Navidad
CÉSAR ALONSO DE LOS RÍOS
26-12-2008. ABC


España es una sociedad con cien mil abortos al año según las últimas estadísticas. Hemos batido nuestro propio record. Somos la sociedad con el mayor crecimiento de abortos a partir de uno de los más bajos índices de natalidad del mundo. A estos hechos los progresistas los consideran prueba de una gran ofensiva del catolicismo español. Y es cierto. Por fin los católicos han terminado por «reaccionar» y se puede hablar de una toma de conciencia frente al crimen. Del mismo modo que se puede hablar de la connivencia de la izquierda con las prácticas criminales del aborto. ¿Connivencia? Y justificación. A veces activismo puro y duro.

La ofensiva católica cabalga sobre los hechos, ciertamente airada y agresiva, como ya era obligado. Los periodistas convertidos antes de ayer al progresismo y al agnosticismo, los militantes de la izquierda sobre todo, a veces también los conservadores y liberales vergonzantes, admiten que pueden darse casos perseguibles de oficio pero que sería exagerado tomar al todo por la parte.

¿Qué parte de los cien mil? ¿A cuántos crímenes afectaría la excepcionalidad que exige la ley? Niños con aire en los pulmones después de haber sido extraídos de los cuerpos de las madres, niños troceados para hacer posible la extracción... La utilización de las trituradoras en la destrucción de los cadáveres está en la línea de la aplicación de la tecnología del exterminio que inventaron los nazis. Ahora se trata de clínicas de exterminio. En otros casos el método más expeditivo es el abandono en los cubos de basura.

Este horror es el resultado de una «kulturkampf» que consideró básico el derecho de la mujer a disponer libremente de su cuerpo. Las manifestaciones por aborto de los setenta consideraron el aborto como un «bien». Como una conquista de la democracia. No como un mal. Lúcidamente Pasolini decía que el aborto era la otra cara del consumismo sexual. Se defendía la muerte del niño a cambio del disfrute personal.

Afortunadamente estas Navidades están marcadas por una gran ofensiva en favor de la vida.

 

Moratoria mundial contra el aborto
Silvino LANTERO VALLINA

La Nueva España.es

A pesar de la escasa acogida en medios políticos y televisivos, nos ha llegado la buena noticia de una nueva iniciativa en defensa de la mujer, la maternidad y la vida. Su promotor principal es el periodista italiano Giuliano Ferrara, director del diario «Il Flogio».

Se considera que hay vida humana original y diferenciada desde la concepción. La ciencia lo avala. No hay más que ver las ecografías que desde muy pronto nos dan a conocer incluso el sexo del infante. Lo que es lamentable es que se permita y se tolere que se utilice la ciencia para la barbarie, como es el caso de lo que ocurre en India y China, donde se hacen abortos selectivos a niñas en el útero materno. Terrible.

Lo primero que destaca Ferrara es la necesidad de un cambio de rumbo en relación a las mujeres, muchas de ellas adolescentes con embarazos inesperados. Nada de condenarlas ni perseguirlas o atropellarlas mandándolas a abortar. Lo que hay que hacer es acogerlas con amor, prestarles apoyos afectivos y materiales para que no se dejen avasallar por instituciones, parejas u otros, para que accedan a que eliminen la vida al hijo que esperan y pasen a padecer el síndrome posaborto que, a tenor de algunos estudios que están saliendo actualmente, produce una gran amargura por la pérdida, el desgarro y el horror de haber interrumpido una vida naciente e indefensa.

Es la tristeza del abandono de la esperanza en lo más sagrado, la vida humana. Afortunadamente, surgen iniciativas a favor de la mujer y su atributo más sublime cual es la maternidad. En Asturias tenemos la Asociación Mar (www.asociacionmar.es), que ayuda a mujeres asturianas con embarazos inesperados.

Las personas sensatas entienden esto. No creo que apoyen esta barbarie del aborto. Lo lamentable es que los políticos, especialmente quienes representan a estos sectores, no se atrevan con este asunto. Lo vimos en la pasada campaña electoral en España, donde la derecha reformista nuevamente ha jugado en el terreno que le marca la izquierda radical. ¿Ganan votos con esta falta de energía y solvencia intelectual en el combate moral o de ideas? Me temo que no.

El pasado mes de marzo, Ferrara estuvo en Madrid y, entre otras cosas, dijo que la vida es un derecho sagrado y que era necesario considerar que «1.000 millones de abortos en los últimos 30 años y 50 millones de abortos cada año son demasiados».

El manifiesto pro moratoria pide, en concreto, una enmienda al artículo 3 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, que señala que «todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona». Se debe añadir «desde la concepción hasta la muerte natural».

Coincido con Ferrara que su iniciativa se deriva de la recta razón de la ley natural. Pueden apoyarla personas desde diversas concepciones políticas, creencias, ideas. Es una muy buena causa la de la vida, la familia y la maternidad. Se han adherido a esta propuesta personalidades relevantes del mundo de la cultura. Todas ellas ven las orejas al lobo. El peligro está dentro, en quienes llevados de una debilidad de la razón y una cortedad de miras nos llevan al autosuicidio y disolución de los principios y raíces de Occidente. El caso que nos ocupa, el fomento y la protección del aborto, es sin duda un indicador clave de nuestra decadencia y vuelta a un nuevo paganismo que recuerda lo más negro de Esparta o Roma como fueron los infanticidios.

En consecuencia, los primeros firmantes de esta propuesta solicitan «una moratoria de las políticas públicas que fomentan formas de sumisión injustificada y selectiva del ser humano durante su desarrollo en el vientre de la madre mediante el ejercicio arbitrario de un poder de aniquilamiento violando el derecho de nacer y la maternidad».

 

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